martes, 1 de diciembre de 2009

Me mire al espejo y me quede helada, no podía creer lo que estaba viendo. Mis brazos estaban llenos de cortes que sangraban cada vez más, podía oler la sangre y podía ver como caían gotas al suelo. No sabía como reaccionar, creo que no estaba dispuesta a morir por nada en el mundo, jamás dejaría sola a esa persona que me hace sentir tan bien. Mis ojos se cerraron y me tiré al suelo llorando, muerta de frío y con cierto dolor en mis brazos.
Esa sensación de sentir que algo te duele en el alma, que te pudres y no puedes hacer nada, esa sensación tan repugnante, tan... imposible de sentir para una chica de mi edad, era lo único que podía sentir en mi cuerpo, eso y como se helaban mis riñones poco a poco.
El dolor despertó en mi cierta impotencia, impotencia más fuerte cada vez, grité como jamás lo había echo, sentí que mis fuerzas se iban por la boca.
Pero, derrepente, me desperté de un sobresalto llorando y gritando como nunca. Todo había sido una pesadilla y una vez más, no sabía que significaba.
- Tranquila, solo ha sido otra pesadilla. - Unos brazos me rodearon y me sentí más segura de mi misma, sabía que estaba a salvo. El lleva noches a mi lado calmando mi dolor tras las pesadillas.
'Otra más, ya van dos en lo que llevo de semana' Pensé y me dormí entre sus brazos.

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