domingo, 27 de diciembre de 2009

Un viejo Volkswagen Cabriolet azul, traqueante, está subiendo por la cuesta. Parece tranquilo, sereno, lo mismo que la chica que lo conduce. Lleva un sombrero en la cabeza, una boina, pero el pelo rubio castaño, libre y salvaje, así como esta sonrisa divertida no dejan lugar a dudas. Es Niki.
Alessandro se levanta y corre a su encuentro. Niki avanza todavía algunos metros, después frena bruscamente y apaga el motor.
- Eh, al final te sacaste el carnet.
- Sí, pero me faltan las últimas lecciones. ¿Sabes?, es que hubo alguien que se fue.
Alessandro sonríe. Después mira su reloj.
- Hace veintiún días, ocho horas, dieciséis minutos y veinticuatro segundos que te estoy esperando.
- ¿Y qué quieres decir con eso? En mi caso hace más de dieciocho años que te espero y nunca me he quejado.
Entonces se baja del coche. Se acercan, se quedan en la carretera, con el sol rojo que ya empieza a desaparecer detrás de aquel horizonte lejano, hecho de mar.
Alessandro le sonríen, le toma el rostro entre las manos. También Niki sonríe.
- Quería ver cuánto tiempo eras capaz de esperarme.
- Si tenías que llegar un día, te habría esperado toda la vida.
Niki se aparta un poco, se mete en el escarabajo y aprieta un botón. Suena una música. She's the one inunda el aire.
- Ya está, empecemos de nuevo desde aquí. ¿Dónde nos habíamos quedado?
-En esto... - Y le da un largo beso. Con pasión, con amor, con ilusión, con esperanza, con diversión, con miedo. Miedo de haberla perdido. Miedo de que a pesar de haber leído su carta no hubiese llegado hasta allí nunca. Miedo de que otro se la hubiese llevado. Miedo de que se le hubiese pasado como un capricho. Y continúa besándola. Con los ojos cerrados. Feliz. Ya sin miedo. Y con amor.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Que tengo? Soy como una droga.
Anoche me paré ha pensar en que los tíos caían sobre mis redes con solo hablar conmigo unas veces, sin conocer bien mi interior y me dí cuenta de muchas cosas.
Estos no saben como soy realmente, ninguno lo sabe. Pero si me besas me convierto en una droga, que solo unos pocos consiguen, no es precisamente fácil de conseguir, es demasiado pura y dura. Solo un beso puede hacer de ti el hombre más infeliz del mundo, porque puede que jamás vuelvas a rozar mis labios, jamás. No me gusta hacer daño pero yo solo entrego mi amor a quien realmente me hace sentir bien, no puedo dejar de ser egoísta en ese sentido.
Entiendo que a veces, cuando me decís que estáis colados por mí, me vuelvo muy cabrona y jodo bastante, pero juro que no lo hago queriendo, es algo que sale solo... Intento que no me améis, pero es difícil, no?
Yo solo puedo amarle a él, ningunos labios me robaran en sabor de los suyos, ni esos pensamientos impuros con su piel. Si alguien lo consigue se merecerá un premio, pero sé que eso jamás pasará.

Soy pura droga.

martes, 8 de diciembre de 2009

- Hoy hay que montar el árbol, ¿Lo sabes? - Dijo mi madre esbozando su sonrisa, que no había cambiado con el paso de los años
- Yo no quiero montar el árbol, está Navidad no contéis conmigo. - Su sonrisa desapareció y en mi cara se dibujo esa extraña expresión infantil gruñona.
- ¿Cómo qué no? - Me giré y olvidé que la Navidad era para pasarla en familia.
- ¡Estoy harta ya, siempre igual! Odio las cenas familiares, odio las uvas, odio el maldito discurso del Rey, pero ante todo ¡Odio la Navidad! - Mis palabras alcanzaron el corazón de mi madre, parecía que no tenía palabras. Me alejé de ella y cerré la puerta de un portazo.
Bajé escaleras abajo y salí corriendo, buscándole a él, buscando todo lo que significó un día Navidad para mí. Busqué debajo de las piedras, busqué donde no había nada, solo recuerdos.
Solo supe encontrar lugares en los que él y yo nos habíamos besado, lugares en los que mi vida cambió derrepente. Lugares que significaron el comienzo y el fin de la verdadera vida para mí.
Me encontré con el dolor de frente y parecía esbozar una sonrisa cruel y estúpida, parecía disfrutar con mi dolor, parecía... Que todo iba en mi contra.
Yo solo quiero, una Navidad juntos, ¿tanto pido? Te echo de menos, más que nunca.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Otra víspera de Navidad más, pero está vez no trae nada bueno, no siento esas ganas de que lleguen esas esperadas vacaciones de Navidad, no tengo la sensación que tuve hace un año.
Es otro frío Diciembre, quizás más frío que el anterior, está vez no tendré abrazos cada tarde, ni besos locos bajo la lluvia. No tendré ganas de salir como antes, no tendré esas ilusiones al despertar cada mañana, no esperaré hasta las tres de la tarde para decirte un 'Vistete que hoy salimos'. Esté invierno sera tan diferente, que quizás me da hasta miedo que llegue, no quiero verme sola ante el frío y la lluvia, lluvia que puede despertar en mi ser grandes recuerdos y provocar esas lágrimas saladas que siempre acaban saliendo de mis ojos.
Esté invierno no me quedaré hasta las cuatro de la madrugada hablando contigo de cualquier tontería o hecho pasado. Pero, ¿Tú echas de menos aquellas noches? ¿Echas de menos aquel calor mutuo? ¿Echas de menos esa lluvia que caía sobre nosotros al besarnos? Y la pregunta más importante de todas, ¿Echas de menos a está loca que iluminaba los días nublados? Realmente, solo puedes contestar tú.
Quizás se me olvido cuidar eso que me hacía tan feliz el último Invierno, creí que todo fue un juego para nosotros, pero acabo en dolor y en lágrimas noche tras noche. Lágrimas que desde hace un año no se van, porque puedo sentir que te quiero, quizás más que antes.

Solo quiero pedirte una cosa, arropame y librame del frío por favor... No soporto ese frío que se clava en mis huesos recordándome que no estas.

martes, 1 de diciembre de 2009

Me mire al espejo y me quede helada, no podía creer lo que estaba viendo. Mis brazos estaban llenos de cortes que sangraban cada vez más, podía oler la sangre y podía ver como caían gotas al suelo. No sabía como reaccionar, creo que no estaba dispuesta a morir por nada en el mundo, jamás dejaría sola a esa persona que me hace sentir tan bien. Mis ojos se cerraron y me tiré al suelo llorando, muerta de frío y con cierto dolor en mis brazos.
Esa sensación de sentir que algo te duele en el alma, que te pudres y no puedes hacer nada, esa sensación tan repugnante, tan... imposible de sentir para una chica de mi edad, era lo único que podía sentir en mi cuerpo, eso y como se helaban mis riñones poco a poco.
El dolor despertó en mi cierta impotencia, impotencia más fuerte cada vez, grité como jamás lo había echo, sentí que mis fuerzas se iban por la boca.
Pero, derrepente, me desperté de un sobresalto llorando y gritando como nunca. Todo había sido una pesadilla y una vez más, no sabía que significaba.
- Tranquila, solo ha sido otra pesadilla. - Unos brazos me rodearon y me sentí más segura de mi misma, sabía que estaba a salvo. El lleva noches a mi lado calmando mi dolor tras las pesadillas.
'Otra más, ya van dos en lo que llevo de semana' Pensé y me dormí entre sus brazos.