jueves, 1 de julio de 2010

- Corre, preciosa, corre. - Su voz sonaba tranquila a pesar de estar obligandome a hacer algo que quizás no quería.
Eché a correr sin rumbo, buscando motivos para hacerlo, pero no los encontraba, a pesar de ser perseguida por una manada de fieros lobos, me encontraba indefensa y sin saber que hacer. El miedo se apoderaba de mi piel y mis piernas casi no podían responder, estaba a punto de caer y así fue, mis piernas dejaron de reaccionar y caí a la tierra mojada.
Pensé que era el fin de mis días, por varios segundos incluso creí en Dios, pero recordé que el nunca estuvo en mis peores días y no me iba a ayudar ahora. Estaba acabada, cerré los ojos y en cuanto los abrí, lo vi a él. Era alto y fuerte, su pelo era castaño oscuro y su piel era pálida, al menos sus manos. Quede sorprendida, no debía ser humano, ningún humano con los pies en la tierra se enfrentaría a una manada de lobos hambrienta. Pero el lo hizo, de echo, los lobos salieron corriendo tras verle.
- ¿No eres humano? - Mi voz sonaba firme, el miedo no me recorrió el cuerpo en ningún momento. El se giró y me miró con arrogancia. - ¡Respondeme!
- Si te respondo que no soy humano, ¿me tendrás miedo? - Parecía estar riéndose de mí.
- No voy a tenerte miedo. - Su mirada provocó en mí un escalofrío, cerré los ojos lentamente y tras segundos los abrí, el se había colocado detrás de mí. Ahora sí tenia miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario